En busca de la ARMONÍA


Como cualquier hispanohablante conocía la palabra armonía, pero he de confesar que no la había utilizado más que para asuntos musicales o de dinámica -parte de la física-. Sin embargo, armonía como propiedad o estado en el que encuentra alguien, o algo, da mucho de si. Porque no es la armonía entre lo que somos y lo que queremos ser la situación ideal. No es la armonía entre lo que pensamos y lo que hacemos lo que nos gustaría conseguir. No es la armonía entre lo que sentimos y lo que pensamos lo que nos gustaría que pasara siempre. Armonía interna y armonía con nuestro entorno -personal y medioambiental-. No será esta armonía sinónimo de esa felicidad que debemos conseguir. Al final, el madurar con el paso del tiempo es ajustar -tras conocerse mejor- nuestra forma de actuar con las verdaderas potencialidades, y variar aquello que te genera insatisfacción o al menos compensarlo desarrollando nuevas habilidades, es decir armonizar tu comportamiento respecto a ti mismo y respecto a la relación con los demás.

La masonería -de la que no soy experto- considera que cada ser humano metafóricamente es como un ladrillo de una pared o muro. Ladrillo que inicialmente no encaja perfectamente en el hueco donde tiene que colocarse en el muro -la sociedad- para que sea sólido y robusto. El proceso de aprendizaje, perfeccionamiento o maduración personal es el que consigue romper aquello que no nos hace encajar en ese muro perfecto, de forma que tras ese proceso conseguimos la armonía con el resto de individuos.

Bonita palabra: ARMONÍA. Bonito objetivo vital: LA ARMONÍA.

A por ello.

Saludos.

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